Este verano como todos en nuestro sector, a todos aquellos que ejercemos en la costa, ha sido uno de los más duros, sobre todo por la ola de calor que ha contribuido a perturbar la tranquilidad de los usuarios de piscinas, empresas de mantenimientos y por supuesto a los administradores de fincas. Todo ello añadido a que el clima nos afecta de forma poderosa a nuestros organismos, tema del que tengo un post que tal vez nos pueda interesar.

gladiator- el camino

Cada año, observo y reflexiono en todo lo que ha ido sucediendo con intención de ir mejorando para el año que viene, y poder prevenir las consecuencias, o bien mejorar mi servicio, que también analizo porque creo que no alcanzo a dar el máximo.

Pues bien, en esos sucesos que nos acontecen, ninguno despreciable, y que bien podrían ser capítulos de un libro de anécdotas la mar de curiosas, y a veces -la mayoría para mí- divertidas, se me dio el caso: “Perdí una comunidad”.

El hecho fue que como una tarde más de verano asisto a una junta de propietarios pequeñita en la costa, y me encuentro allí con una muchacha con una carpeta a la que no conocía de nada, y me indicó que era la hija de una de las propietarias y que venía en su nombre, así que nada, encantada de conocerla. Fueron llegando el resto de propietarios, y comenzamos la junta cuyo transcurso yo había previsto en una hora,…

Todo se desarrolló de forma satisfactoria hasta que llegamos al punto de la renovación de los cargos (el penúltimo), el presidente hasta entonces agachó su cabeza y dijo que él no renovaba, y entonces la muchacha dijo que su madre, que por cierto nunca había venido a una junta de propietarios ni había participado de ningún modo activo, quería ser la presidenta (fue sólo en entonces, en ese momento cuando comprendí que algo había o iba a haber detrás). Todos de acuerdo en que lo fuera.

Seguimos con el nombramiento de vicepresidente, que fue normal, y llegamos al punto en el que pongo mi cargo a disposición y lanzo esa pregunta que siempre hago: ¿Queréis que continuemos nosotras siendo vuestras administradoras?… y en ese instante… todos agacharon la cabeza apesadumbrados, y la muchacha, en un alarde de valor dice que su hermano era administrador de fincas, que acababa de terminar Estudios Inmobiliarios, y que ofrecía sus servicios por un precio inferior, la mitad que nosotras… esto es si no recuerdo mal unos 32 euros mensuales para administrar la comunidad.

En ese instante, de controversia emocional para mí, en un intento a la desesperada, entre la compasión y la defensa de lo mío, manteniendo esa calma chicha que todos admiran en mí, sentí que me convertía en el cuchillo Aitor de la película Rambo.

Comencé una lucha a muerte con aquella muchacha, en la que todos sus argumentos yo los iba desmontando, …, más lo hacía por vieja que por diablo, no era nada difícil, pero sus ojos que eran incapaces de mirarme, en un instante se toparon con los míos, y vi su desesperación, su súplica, y como en la lucha de Gladiator, la compasión se apoderó de mí, y le perdoné la vida…

gladiator-a matar

Nadie quería votar, los que podían articular palabras, argumentaban que si bien era cierto que los servicios que se ofrecían eran más baratos, tampoco tenían ninguna queja de nuestros servicios. Que era difícil elegir, que no renovar el cargo a quienes siempre habían trabajado bien para la comunidad era cruel, así como no nombrar al hijo de una vecina era hacerle un feo.

El tiempo transcurría,…, y nadie quería dar su voto a nadie. Al final, insistí en ello, y por fin hubo votación y eligieron al nuevo compañero. Este punto nos llevó una hora más de lo previsto en mi convocatoria.

Quedó resuelto. Pero días después cuando el compañero llegó a mi despacho a retirar la documentación de la comunidad, nunca olvidaré sus palabras: LO SIENTO COMPAÑERA. Le di el abrazo más grande e intenso y reconfortante que pude, para transmitirle tranquilidad, pero fui intransigente de forma absoluta en mi opinión sobre bajar honorarios para captar comunidades.

Estuvimos toda la mañana charlando, y le hice analizar la situación, que comprendió finalmente:

  • Aunque no hubiera bajado los honorarios, hubiese conseguido la comunidad. Y bajarlos significaba tirar por tierra nuestra extraordinaria profesión, nuestro trabajo.
  • Que se trata de que nuestros servicios se diferencien unos de otros, de ofrecer algo que otro no tenga, pero no de precio.
  • Que podía contar conmigo para cualquier consulta que todos necesitamos constantemente.

Y entre las muchas cosas que yo también aprendí, fue consolidar mi máxima:

 “No le hagas a nadie lo que no te gusta que te hagan a ti”

Un fuerte abrazo a todos.

Maribel Orellana Gil

@AdmMaribel

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